Casos de Ouija: El Expediente Vallecas




Como ya debes saber, la ouija no es un juego. Es algo a lo que se le debe tener mucho respeto, y así mismo, se debe tener mucho cuidado con ella. Ojala alguien le hubiese dicho esto a Estefanía Gutiérrez Lázaro, una joven de 18 años de edad. Una joven normal como las que tú y yo conocemos. A ella le gustaba mucho jugar con la ouija. Era prácticamente una profesional en su uso, debido a que constantemente la usaba.

Un día, mientras se encontraba en la escuela, Estefanía, junto con dos amigas, decidieron que era el día perfecto para jugar la ouija, y es que según se dice, el enamorado de una de las amigas había fallecido semanas atrás en un accidente de motocicleta. Ese día intentarían comunicarse con él.

Encontraron un salón vacío en el pabellón, e ingresaron sin que nadie las vea. Minutos más tarde, cuando ya estaban haciendo contacto con los espíritus, una maestra las sorprendió y les llamó la atención severamente. Las jóvenes se vieron forzadas a detener la comunicación con el ente, y como muchos saben, interrumpir esta comunicación en una sesión de ouija es muy peligroso. El vaso que utilizaban cayó al suelo y se rompió en mil pedazos. Las testigos afirman que en ese instante, un extraño y fino humo salió de los restos del vaso y penetró las fosas nasales de Estefanía.

Este hecho daría pie a la verdadera pesadilla que Estefanía Gutiérrez Lázaro y su familia estarían a punto de pasar. Ya nada sería igual para ellos.

Estefanía Gutiérrez Lázaro
Días después de aquel incidente, a Estefanía le empezaron a ocurrir cosas demasiado raras. De la nada, empezaba a convulsionar y sus ojos se tornaban blancos. Su conducta también cambio. Se comportaba de forma extraña, y tenía estados alterados de conciencia por ratos. También empezó a sufrir de insomnio debido a que, cada noche antes de dormir, debía apagar las luces de su cuarto. Eran en esos momentos en los que ella sentía que alguien, o algo, la miraba. No podía bajar los pies de la cama porque estaba segura que algo podía cogerla. Habían ocasiones en la que Estefanía afirmaba que veía a un grupo de personas altas, delgadas y decrepitas que le decían “Ven, ven con nosotros”.

Poco a poco su salud se iba deteriorando cada vez más. Fueron seis meses consecutivos en los que sus familiares tuvieron que llevarla a distintos hospitales para saber que era exactamente lo que le estaba causando aquel estado de salud. Lamentablemente, ninguno de los doctores con los que se atendió pudo determinar la razón de su deterioro.

El 14 de Agosto de 1991, tras luchar con sus demonios internos, Estefanía Gutiérrez Lázaro fallece, en extrañas circunstancias, entre convulsiones y gritos en el hospital Gregorio Marañon. Su familia estuvo presente en aquel momento. Para los médicos, su muerte fue sospechosa, y su causa, desconocida hasta el día de hoy.

Concepción Lázaro, madre de Estefanía, estaba teniendo un terrible año: Su hija y su padre habían fallecido en un tiempo no mayor a 3 meses. Que terrible debe ser que seres tan queridos se vayan casi al mismo tiempo. Una de las últimas palabras de su padre hacia ella, fueron “Te voy a hacer la vida imposible”, en un tono amenazante y al borde de la demencia. Esto marcaria aún más a Concepción.

Luego de la muerte de Estefanía, en la casa de la familia Gutiérrez empezaron a ocurrir una serie de extraños acontecimientos. Una madrugada, Concepción Lázaro se despertó precipitadamente al escuchar gritos que decían “Mama! Mama!” provenientes del baño. Cuando abrió la puerta del lugar, pudo comprobar que no había absolutamente nadie allí. Los padres de Estefanía también afirmaban haber visto la sombra de un hombre alto, sin cabello, al final de pasillo de su casa, esperando por ellos.

Una noche, las hijas menores de la familia, vieron como una figura oscura, sin rostro, sin cabello, sin nada, iba arrastrándose con el pecho por el suelo de la habitación. De inmediato, las niñas comenzaron a gritar, aterradas por la presencia de aquella entidad. En ese instante, las muñecas y peluches que tenían en la habitación, empezaron a ser lanzadas de un extremo al otro, contra la pared. Ellas también decían que cuando llegaban de clases, encontraban sus camas desordenadas, sin saber quién lo había hecho.

Las puertas se abrían de par en par, de la nada, y las paredes sonaban como si alguien las estuviera golpeando. Algunas veces, escuchaban un soplido que lentamente se iba convirtiendo en carcajadas macabras, de aquellas que te ponen los pelos de punta.

Informe Policial
La familia llego a un punto en el que tuvieron que dormir todos juntos en la sala. Para que nadie los moleste, pusieron varios muebles en la puerta del salón. Para su mala suerte, un aire abrió la puerta, empujando así los muebles contra la vitrina que estaba al frente, dejando caer diversas cosas, entre ellas, una foto de Estefanía.  Máximo Gutiérrez, padre de la joven, decidió recoger la foto. Al verla, la foto empezó a arder en llamas desde el interior, ya que estaba protegida por un marco de cristal. Era totalmente imposible lo que estaba sucediendo. La llama desfiguro el rostro de Estefanía, aquella sonrisa que sus padres recordaban con mucho cariño.

Los familiares, aterrados, decidieron llamar a la policía. Era lo único que les quedaba. Al llegar, los oficiales empezaron a tomar nota de todo lo que decían que había ocurrido. Lo que llamó su atención, fue que mientras escribían, se empezaron a escuchar ruidos provenientes de uno de los cuartos. Al verificar de que se trataba, se dieron cuenta que uno de los armarios estaba abierto, a pesar de que los familiares recuerdan haberlo dejado cerrado. La policía también observo que uno de los crucifijos de la casa se encontraba al revés. No se supo que fue lo que pudo causar esto. Así mismo se pudieron percatar que en una de las mesas había una baba extraña, de color marrón. La conclusión a la que llegaron los oficiales fue simple: Hay una serie de fenómenos del todo punto inexplicables, según el informe policial.

Al final, los Gutiérrez decidieron mudarse de casa, casa en la que finalmente encontraron paz. Lo inquilinos actuales no se han quejado, ni experimentado nada raro. 




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